Para un concepto de TERRITORIO con estatus Constitucional

Diego Cerda Seguel.

Sociólogo y autor nacido en Concepción en 1973, con estudios, diplomas y publicaciones desde el año 2000, en ámbitos tales como la teoría y filosofía política, geopolítica, historia, tecnologías, medioambiente y sociedad. Desde el año 2005 propone e impulsa el concepto de la geosemántica social, orientado a una nueva definición del concepto de Territorio generado desde abajo hacia arriba, que incluye el planteamiento de una plataforma digital participativa, la cual tiene como idea central el ‘hacer hablar a los lugares’ a través de las voces de los ciudadanos.

Este texto sobre el concepto de Territorio tiene una vocación constituyente, pues se inscribe en el marco de la tarea de redactar una nueva Constitución para la República de Chile. De manera regular, en los distintos debates y presentaciones se alude al concepto de Territorio y su relevancia en la nueva constitución, sin detenernos a definir de manera explícita a que nos referimos, siendo este concepto un protagonista tal vez central del proceso en ciernes. A continuación, hacemos un ensayo tendiente a esa definición. Para esto se problematiza el concepto de Territorio continuando un trabajo sostenido de más de 15 años, que se desliza a través el concepto de geosemántica social, que desarrolla la ecuación teórica:

TIERRA + SENTIDO = TERRITORIO

Las investigaciones derivadas de esta línea de trabajo están íntimamente apegadas al fenómeno de los mapas digitales en internet, en tanto que estos mapas son soporte de anotaciones sociales contingentes que poseen un impacto potencial sobre el espacio geográfico de la comunidad hasta alcanzar el nivel político y microgeopolítico.

Desde hace tres décadas trabajo con lecturas, observación, notas y escritos sobre teoría política, esto lo he realizado por una variedad de entradas, que incluyen un origen en Tucídides y Polibio; siendo de importancia evidente el que hace 30 años se desmoronaba la Unión Soviética y el nivel de incertidumbre ideológica planteaba un desafío intelectual, válido y auspicioso, que ha tenido como objetivo vital y profesional, poder avanzar en la comprensión del horizonte político de nuestra sociedad, especialmente frente a la Esfinge existencial de un mundo en emergencia: un siglo XXI de mayor concentración, ya propiamente neofeudal y neocolonial de la riqueza; el arranque de los motores de Inteligencia Artificial; la mano de obra robótica; la edición genética y la nanotecnología con mayúsculas; las pandemias, así como de otras novedades disruptoras que exigen nuevos marcos de entendimiento paradigmático del poder y el contrato social que lo faculta.

Hace 17 años estas investigaciones tuvieron un desvío paulatino hacia lo socioespacial en los mapas digitales, lo que entregó otra perspectiva para facilitar la formulación de un concepto de territorio que integre las consecuencias culturales del cambio socio tecnológico. 

Inicié con la observación sociológica de los sistemas de información geográfica (SIG), en tanto dispositivos al servicio del Estado y de grandes intereses geoestratégicos privados, como medio electrónico de prospección, planificación, programación, sensoramiento y catastro, del espacio geográfico, el cual ha demostrado una capacidad inmensa como medio de intervención lucrativa del capital sobre el paisaje y como herramienta de desarrollo económico territorial para los diseños gubernamentales, proveyendo con la capacidad de resignificar los grandes espacios de tarea; objeto de la minería, la agricultura industrial, la explotación forestal, la generación y transmisión de energía eléctrica. Esta observación abrió una visión del territorio que posteriores avances tecnológicos harían emerger con mayor claridad.

Hace 15 años Google lanzó su software de descarga gratuita Google Earth y este lanzamiento constituyó un acontecimiento trascendental en términos de su impacto proyectivo para un concepto novedoso del territorio; derivado de la facilidad de uso (amigable), así como su pronta popularización y masificación (1). Coincidentemente, alrededor de aquellos años el autor Stuart Elder (2), dio cuenta de la falta de un concepto de territorio con una definición clara y unívoca, careciendo de una acepción dedicada que lo defina. Por el contrario, su existencia y uso cotidiano como operador de la propia teoría política, había sido no problemática en la medida en que su definición se daba por sentada. Es raro esto: que un concepto de la trascendencia y poder operativo como el de territorio nunca haya sido problematizado debidamente. Elden propone el intento de hacerlo, en 2010 publicó el artículo ya citado, titulado «Land, Terrain, Territory» (tierra, terreno, territorio), el cual es relevante para entender la necesidad de una definición de territorio ante la carencia de una definición filosófica y científica del mismo, señalando que no existe un estudio conceptual e histórico del territorio y que en general la teoría política la ha tratado históricamente como concepto dado, desconociendo la posibilidad que tenga un contenido propio, que Elden toma como desafío desarrollar. En este contexto de vacío semántico del territorio, que trasluce una entelequia discursiva, toma mayor relevancia el surgimiento de propuestas de definición novedosas como la que se revisa y amplía a continuación.

El año 2008 publiqué (3) una propuesta conceptual novedosa que abría el camino a una definición del concepto de Territorio utilizando un sistema de ecuaciones narrativas. En su desarrollo integraba el contexto material del cambio social tecnológico, asumiendo las consecuencias de la integración de los recursos digitales al mundo de la vida; en el sentido que señaló Manuel Castells al afirmar que “Internet es el tejido de nuestras vidas” (4), de este modo, integrando la aparición de recursos de software y aplicaciones de globos y mapas digitales tales como Google Earth y Google Maps, World Wind de NASA, Open Street Maps, así como otras menos conocidas, se creaba un suelo, un topos, que permitía asentarse en la práctica cotidiana de revisar y consultar mapas de parte de los usuarios de internet a nivel mundial, impactando en su relación con el espacio geográfico representado y la vivencia social asociada a esas experiencias.

En la medida que nuestra sociedad se transforma en una cibersociedad, adquiriendo una expresión virtual, que soporta y refleja nuestra existencia sobre plataformas electrónicas; la puesta en marcha de los mapas digitales significó también poner a disposición de las personas una nueva forma de representar, entender, interactuar, comunicar e incidir sobre el espacio, la geografía, el paisaje y el territorio.

Desde luego este proceso es dependiente de un movimiento de masificación y apropiación social de estas plataformas y del sentido profundo de dicha apropiación con un impacto cultural y existencial, que es el que está en el centro de la definición propuesta: los mapas digitales pueden ayudar a construir territorios a favor de la comunidad, los habitantes, los vecinos, las personas y sus afinidades socio espaciales asentadas en un sentido de lugar, especialmente pero no exclusivamente pensando en el mundo rural; también aplicable a los barrios urbanos con raigambre y representación de un lugar propio y compartido; comunitario. Así como los SIG han ayudado al capital y a los estados a planificar los territorios como sujetos apropiados, esta vez la dimensión social del mapa digital abre al uso cultural una herramienta profundamente cívica, para significar los lugares como territorios de auto reconocimiento.

Para ello se propuso el concepto de geosemántica social, llamando a la semántica para ser enfocada como campo y medio de significación diferencial de los espacios, lugares, paisajes y geografías, lo que corresponde a la partícula ‘geo’. Geosemántica social quiere decir que la sociedad ahora es capaz de significar ontológicamente un espacio o lugar; la comunidad local encuentra las herramientas para significar su territorio local y con ello sustancializar de forma válida y gráfica dicho territorio; saliéndose de la estrechez de una definición limitada a una lógica jurídico administrativa vertical del Estado, incluyendo la incumbencia de intereses de nivel geoestratégico de multinacionales, del mercado de bienes raíces o de la lógica militar; pasando a una sustancialidad comunitaria sobre lo que es el espacio local, asumiendo elementos de identidad, vecindad, ancestralidad, habitus y costumbres asociados al conocimiento y simbiosis con los equilibrios naturales históricos de los territorios.

En la medida que ‘internet es el tejido de nuestras vidas’, los recursos dispuestos por la electrónica, la realidad digital impacta en nuestra percepción y actuación sobre el mundo. Antes, la televisión definió la realidad a través del velo de la mediatización, llegando a acaparar un significativo poder social en ello, válido hasta hoy, del mismo modo internet, en estos 20 años de invenciones y penetración, con software, aplicaciones y artículos electrónicos portables y disruptivos, asumimos que su impacto sobre la vida es de una significación cardinal, desde el nivel cultural hacia un sentido común informatizado.

Tras 15 años de la disponibilidad de mapas digitales de uso masificado, podemos también constatar que el propio entendimiento del entorno local empieza a ser intervenido por la capacidad de identificarse con representaciones socioespaciales de la geografía, siendo el paisaje el principal. En adelante el territorio no puede ser concebido sin atender a lo que pasa en los mapas digitales sociales, como veremos sus dinámicas pueden adquirir un protagonismo desconocido. En adelante, una ontología del espacio significativo no puede ser construida sin considerar y utilizar los rendimientos facilitadores y democratizantes que subyacen en los mapas digitales de internet, los que han sido trabajados desde el concepto de geosemántica social. Para ello fijemos nuestra mirada sobre el ecosistema más recurrido de mapas: el de Google.

En octubre de 2019 se inició un estallido social en todas las ciudades de Chile simultáneamente, sin embargo tuvo un centro geográfico en una Plaza rotonda, llamada popularmente como plaza Italia; siempre concurrida y magneto de masas en las celebraciones y en la protesta; se llamaba Italia por una confusión con otra plaza vecina existente en un continuo de áreas verdes que adorna un nudo vial con rotonda; que es de carácter estratégico, conectando los cuatro puntos cardinales del área metropolitana, pero cuyo nombre oficial es Plaza Baquedano. Durante el estallido, esta plaza fue propuesta en Asamblea del pueblo con un nuevo nombre: Plaza de la Dignidad, esto ocurrió in situ, pero también en las redes sociales, obteniendo una masiva aprobación, hasta constituirse de hecho como una toponimia consolidada.

En ese proceso ocurrió que este nombre fue formulado ante la plataforma Google Maps; puesto que esta plataforma permite la posibilidad de sugerir nombres para los lugares, y además, que otras personas puedan votar y patrocinar el nombre sugerido mediante su votación. De este modo, al tiempo que la gente popularizaba la nueva denominación Plaza de la Dignidad en la comunicación directa y las redes sociales digitales, alguien también anotó este nombre sugerido en esta plataforma y muchos apoyaron este nombre, el resultado fue que durante unos días apareció en Google Maps el nombre “Plaza De La Dignidad” como etiqueta descriptiva de dicho punto geográfico. (Ver imagen siguiente).

Siendo Google una corporación multinacional no fue extraño que en pocos días el nombre popularizado Plaza De La Dignidad desapareciera del mapa y volviera a ser etiquetada como Plaza Baquedano.

Actualmente la plataforma acepta las sugerencias de cambio de nombre pero no actualiza la nueva sugerencia. Es probable y tiene sentido, que el sistema esté protegido contra el vandalismo, para controlar la publicación de ofensas y palabrotas sobre lugares públicos, pero esta medida en realidad aquí actúa para bloquear nuevas sugerencias estableciéndose de este modo la censura geosemántica, que entraría como un novedoso tipo de censura toponímica.

Esto puede constatarse también en Wikipedia (5), dónde la entrada Plaza Baquedano se encuentra bloqueada para editores no formalizados. De hecho es posible revisar el debate de los usuarios registrados; allí se hace notar la acusación de censura a la plataforma. Wikipedia y Google se manifiestan de este modo como agentes de la posverdad, poniendo límites y dificultando la expresión popular y su definición de territorio, de abajo hacia arriba, desde la base social hacia las instituciones.

En la medida que Google alteró la voluntad popular de renombrar la Plaza de la Dignidad, y devolvió el nombre original designado por el Estado como Plaza Baquedano, desconociendo el autor de este escrito qué criterios se usaron para actuar así – y se puede suponer que fue el Estado de Chile el que ofició a Google para que procediera de este modo; Google se ha convertido en parte activa de este conflicto social. Parece ser que para Google el lado correcto es el del Estado, aunque ese estado reprima manifestaciones, mutile personas y viole sistemáticamente los Derechos Humanos. Y desconociendo, por otro lado, lo que señalan miles de cibernautas que apoyan testimonialmente en su plataforma el rebautizo de la Plaza.

Toda esta dinámica descrita nos acerca a comprobar la hipótesis planteada en mi ensayo ya citado, titulado “Tierra, Sentido y Territorio..”  publicado el año 2008 a pedido del MediaLab – Prado de Madrid, España. Desde la geosemántica social se propuso una ecuación para definir los territorios, cada territorio de cada comunidad local; observemos ahora como el principio propuesto en la ecuación: Tierra + Sentido = Territorio , es aplicable en el contexto del acontecimiento del Estallido social más importante y reciente en la historia de Chile.

Se postula que los mapas digitales sociales de fácil anotación, de alcance social (Web 2.0), permitirían que cualquier persona anote su definición de un lugar, y que esta pueda ser patrocinada (likes) o rechazada por una comunidad cibernética asociada a un territorio geográfico, quienes con su voto y opinión pueden avalar una lectura del lugar, la que asienta el terreno para un territorio cívicamente fértil. La anotación sobre mapas digitales puede generar sustancia de territorio, y la votación, su validez requerida, estableciéndose por este método nuevas cardinalidades socioespaciales – sentido cardinal territorial -, donde el territorio encuentra su norte y su sur, proveyendo la capacidad de orientación ontológica y práctica para su continuidad; reforzando la confianza y entregando energía suficiente para ayudar a constituir como territorio el espacio de la comunidad. En una mayor escala geográfica, esta dinámica permite definir los territorios de acuerdo a la visión de una comunidad que conoce, vive y siente los lugares de una forma determinada, que no tiene relación necesaria a cómo el Estado – y sus cuadros funcionarios – o los intereses de los grandes grupos económicos y terratenientes, entienden y definen el territorio local en tanto territorio de faena.

Continuando esta línea de trabajo, en 2014 publiqué otro artículo planteando que la dinámica de anotación de lugares y su votación por parte de otros cibernautas — apoyando o rechazando las propuestas toponímicas territoriales, obedece a un nuevo campo denominado microgeopolítica de la comunidad local (5).  El texto “…intenta mostrar la relación entre el emergente poder territorial que levantan las comunidades locales frente a decisiones del estado y privados, y las potencialidades de la comunicación de sus causas sociales mediante mapas digitales”. Dirigiendo el esfuerzo “…hacia una significación constitutiva del espacio geográfico por el cual las comunidades están dispuestas a confrontar grandes poderes, al costo que sea. Cuando el Estado nación habla de voluntad soberana, de manera teórica e inmaculada, nosotros hablamos de voluntad soberana desde las raíces del territorio, desde la identidad local, desde la voluntad de defensa de un espacio geográfico significativo y vital para sus habitantes.” “El mapa digital como medio de comunicación tiene la capacidad de obtener apoyo en el mundo virtual mediante la difusión y discusión en redes sociales, un apoyo que se traduce en votos mucho más allá de las fronteras locales, nacionales, regionales, entregando de este modo una validación propiamente democrática, mediante el sencillo acto de votar en plataformas virtuales.” No es necesario redundar respecto del episodio de la Plaza De La Dignidad, pero se hace notar la extensión no necesariamente local del público incumbente.

En 2015 publiqué un extenso artículo científico “Mapas digitales y sociedad…” (6), allí se hizo revisión del estado del arte de los mapas digitales sociales y se puso hincapié en las ventajas del desarrollo de mapas digitales colaborativos, orientados desde la lógica de semantizar los espacios de la comunidad para cargarlos de poder territorial, sembrando semillas de territorio en cada anotación sobre el mapa, para conseguir su reconocimiento e institucionalización bajo la posible tutela y protección del Estado.

Los territorios son agregaciones de sentido de habitar común, pero han demostrado su gran debilidad frente al Estado y los proyectos privados disruptores; esos espacios han sido llevados a un arrinconamiento existencial que incluye, entre otros abusos: la apropiación de las aguas y la consecuente sequía que ha destruido valles enteros a favor de la agroindustria y la minería. La investigadora Belén Pedregal, de la Universidad de Sevilla, ha planteado la necesidad y oportunidad dada por los mapas digitales colaborativos orientados a la justicia ambiental del agua (7). En su desarrollo plantea la importancia del mecanismo antes descrito tomando como referente mi trabajo: “La proliferación de herramientas y aplicaciones on-line de interfaz cada vez más sencillas y amigables ha propiciado la utilización social y también crítica de la cartografía a través de intercambios  colectivos  en  la  elaboración  de  narraciones  y  representaciones  que  pueden confrontar otras que se consideran hegemónicas (Cerda, 2015).“ Con ello actualiza la urgencia de poner en obra la realización de metodologías de mapas colaborativos que, de manera unificada, mediante curatoría de contenidos cartográficos, con el apoyo de expertos y voluntarios que se transformen en instrumentos ciudadanos constitutivos, se siembren testimonios de territorio como semillas del espacio social. En otro trabajo publicado por Pedregal y Laconi (2018) concluyen respecto de la importancia de la participación y trabajo colaborativo tratando el problema de su financiación, entre otros puntos que “…Las experiencias académicas e institucionales, además, suelen ofrecer una información supervisada. Es de suponer que el modelo de gestión supervisado necesita más recursos para mantenerse en el tiempo: es el caso del proyecto Mapa de los conflictos socio-ambientales de Chile, cuyo estado de abandono puede relacionarse con la falta de financiación.” (8)

Big data. La Dra. Claudia Ardini, de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, ha planteado este año un interesante estudio sobre el Big data en política (8), donde presenta el fenómeno de la apropiación y procesamiento de perfiles sociales para su uso en favor de corporaciones y gobiernos.

Cito algunos párrafos relevantes que cruza referencias a mi trabajo atingentes a este texto:

“Habilitado por la tecnología, el big data surge como elemento capaz de potenciar los estudios de mercado, a partir de los sistemas masivos de recopilación y gestión de datos CRM (Customer Relationship Management), para optimizar a niveles impensados la gestión de clientes. Cuantos más datos se tienen acumulados de los clientes, mayor es la capacidad de diseñar y generar formas de comercialización a medida. Junto con esta colosal acumulación de datos, aparece simultáneamente la geosemántica, «como examen y expectativa del manto de sentido a la vista con los medios comunicativos e interactivos de georreferenciación social» (Cerda Seguel, 2015).”

“Esto es posible a partir del desarrollo de capas de información y de geolocalización realizado por Google, que identifica información sobre puntos determinados en el planeta y luego acumula datos sobre esos puntos. Esta acumulación de datos geolocalizada puede tener destinos diferentes. Así, para Cerda Seguel hay un valor social vinculado al sentido construido por las voces que hablan de un determinado lugar: Una vez que un lugar es hablado (anotado, georreferenciado) por usuarios y se abre al interés de otros individuos, comunidades, organizaciones y/o instituciones, puede adquirir un protagonismo nuevo en tanto lugar, pero también puede adquirir nuevas identidades de acuerdo a quienes hablen sobre dicho lugar; y en este acto, estas anotaciones sean entendidas como «voces del lugar», es decir: anotaciones que hacen hablar a un lugar. Las anotaciones sociales son el alimento de construcciones de sentido sobre los mapas digitales, que pueden adquirir aspectos, dimensiones y validez territoriales relevantes (Cerda Seguel, 2015).”

“Pero estos sentidos construidos a partir de la georeferenciación, son un insumo extraordinario de información para las corporaciones que gestionan esos datos. Así, estos dispositivos técnicos configuran el big data como posibilidad de gestión de las relaciones e interacciones humanas. El big data provee información que permite comprender la conducta humana y fundamentalmente predecir esta conducta. Hilbert Martin, especialista en big data, señala que «(…) con 150 likes el algoritmo de aprendizaje automatizado puede detectar tu personalidad y con 200 te conoce más que tu pareja. Y con 250 likes puede saber más de ti que tú mismo» (Landaluce, 2017).” Cierro citación.

Aquí se demuestra que estas tecnologías de análisis englobadas en el término Big data, tienen la capacidad de apropiarse de nuestros perfiles mucho antes de que nosotros logremos darle valor a nuestro favor. Así ocurre con las anotaciones cartográficas leídas desde la geosemántica social, reforzando la necesidad y la urgencia en tener una herramienta de mapa digital social colaborativo a favor de los ciudadanos, con una actividad de vocación cívica y de defensa del territorio, tanto más, en cuanto que son herramientas que el Big data ya conoce bien, y constantemente se alimenta de esa actividad.

Por otro lado, me resulta obligado entregar una advertencia más: en términos tecnológicos los territorios se enfrentan a una nueva amenaza: el uso inescrupuloso y extractivista de la herramienta LIDAR, para esto citaré un breve artículo propio, publicado recientemente en 2020 (10). “LIDAR (Light Detection and Ranging o Laser Imaging Detection and Ranging) es una tecnología que, para ser mejor entendida es algo entre radar y láser que permite penetrar y ver detrás de la superficie de la tierra; y, del mismo modo como los rayos X nos penetran y ven nuestro interior, logran penetrar y ver lo que hay a varios metros dentro de la superficie terrestre.” LIDAR también está presente en algunos proyectos de piloto automáticos de automóviles, entre otros usos.

“LIDAR no es una tecnología tan nueva, lo nuevo es su masificación y perfeccionamiento tecnológico, para llegar a la existencia de varios modelos de drones en el mercado listo para adquirir, que cargan esta tecnología. En Chile está disponible hace un tiempo.”

“LIDAR es un ojo ctónico, palabra que define el suelo desde una óptica mágico-sagrada: las religiones ctónicas son aquellas que hacen culto a la Madre Tierra que nos acoge como hogar. Con esta herramienta puesta masivamente en el mercado, para quienes puedan pagar 100 mil dólares por cada drone de prospección y un equipo de técnico con una carrera en LIDAR, el poder ctónico queda en manos de potenciales saqueadores.” Amenazando estos usos la historia de los territorios y los posibles vestigios arqueológicos de valor patrimonial, así como una posible explosión de proyectos mineros extractivistas.

Tomando en consideración estos últimos tres elementos: 1. La importancia de los mapas digitales colaborativos como medios de instituir descripciones locales de territorio, considerando la necesidad de justicia local sobre el caso del agua, pero extensible a otras dimensiones de conflicto socio-ambiental. 2. El poder del Big data que devora todas nuestras anotaciones y likes en plataformas electrónicas, avanzando en un conocimiento localizado de las personas, a favor de las corporaciones y gobiernos. 3. La irrupción del LIDAR en manos de entidades extractivistas, grandes propietarios de tierra y cíclopes que pretenden borrar la historia. 

Pasamos a proponer el rol del territorio como concepto constitucional explícito, ya que estoy convencido que la mejor forma de detener las conductas perversas de los pocos contra la población y los territorios, pasa por definir explícitamente este concepto. Poniendo con ello un freno definitivo a conductas que se permiten y prosperan dentro de constituciones que pueden estar llenas de buenas intenciones, deseos de protección del territorio y promoción de la justicia social, pero que no son capaces de detener el poderoso afán de un desarrollo orientado a la ganancia, alejada de valores humanos, comunitarios y ecológicos. Por ello sabemos que es mediante una definición constitucional del territorio desde el nivel orgánico constitucional (12), que describe la organización del Estado y que es por donde implícitamente se ha permitido las conductas depredativas, de extractivismo destructivo, de mala vecindad que atenta contra la prosperidad y buen vivir de la población, de acumulación desigual de la riqueza y de cárteles monopólicos intersectoriales. La definición de territorio se convierte en un instrumento orgánico que podrá describir minuciosamente cómo es que la comunidad es propietaria de la vocación de su territorio, alcanzando y disponiendo el control de la planificación y el ordenamiento territorial local en manos de la comunidad local, hasta dónde el paisaje marca la frontera con otros territorios locales.

ELEMENTOS PARA UN BORRADOR DE UNA DEFINICIÓN CONSTITUCIONAL DEL CONCEPTO DE TERRITORIO

El 25 de Octubre de 2019 tuvo lugar en la Plaza de la Dignidad una manifestación a la que asistieron cerca de dos millones de personas, replicada en cada ciudad del país. Estos manifestantes demostraron de forma pacífica que la visión político económica y social del Estado, propuestas por los gobiernos durante los últimos 40 años está quebrada y que no es posible continuar soportando el modelo económico de concentración de la riqueza, con neofeudalismo corporativo y arrinconamiento de las clases medias y trabajadoras. Por ello el pueblo de Chile ‘Despertó’ para exigir la redacción de una nueva Constitución Política, exigencia que venía siendo soslayada por la clase política de Chile. El reconocido jurista y abogado chileno Hernán Montealegre identificó este acontecimiento histórico como el inicio de un proceso constituyente para el cual el pueblo de Chile se auto convocó.

El 25 de Octubre de 2020 se celebró un Plebiscito Nacional con voto voluntario y en contexto de pandemia Covid-19, fue la mayor votación de la historia, según afirma el sitio oficial del SERVEL “la mayor participación en la historia de la República”, donde el 78,27% aprobó redactar una nueva Constitución.

Existiendo un inmenso impulso por fundar un nuevo contrato social y una nueva República donde vivir, tenemos enfrente un desafío existencial de la mayor envergadura en cuanto a responsabilidad social, política e intelectual. Aglomerando toda esa energía espiritual, impulsada por un malestar profundo con un sistema injusto e insustentable, que ha permitido la concentración de la riqueza y la expansión de la pobreza y desesperanza. Como sabemos en todas partes ese descontento viene estallando en paralelo desde el llamado primer mundo. En este contexto, la propuesta de una definición del territorio explícita dentro de la nueva Constitución no es quimérica y más bien tiene pleno sentido y lugar; formulando el territorio y los territorios donde un nuevo ordenamiento político tendrá aplicación y validez orgánica constitucional que entregue protección efectiva a la población y la naturaleza.

La Soberanía popular que encarna ese ordenamiento político, expresa también la voluntad de una población sobre un territorio, para dar una definición completa de ese espacio vital, una definición que como comunidad nacional otorgamos al espacio que habitamos y que se encuentra expresado en territorios singulares que adquieren personalidad propia y se sustancializan mediante la palabra y el discurso local, mediante la semántica; identificada como un poder de dar sentido constituyente al espacio, facultad soberana, que es necesario recalcar, cuya residencia está en la comunidad nacional. La comunidad es el territorio, en tanto establece un significado del espacio que reconoce como propio. De allí que la responsabilidad para llevar adelante y proteger los espacios, los paisajes, los lugares donde la comunidad se encarna y enraíza, recae en cada comunidad territorial local y en su capacidad de defender la esencia propia que la identifica como comunidad, la protección de esta regla es deber del Estado en la nueva República.

Ante el imperativo de detener la destrucción de nuestro planeta y de sus riquezas paisajísticas, biológicas y culturales, se debe establecer en Chile una definición Constitucional de derechos de la naturaleza, es decir: que la naturaleza posee derechos inherentes que se operacionalizan de acuerdo a la siguiente diferenciación dentro de la orgánica del funcionamiento del Estado. Los derechos de la naturaleza son en lo principal el derecho de la comunidad a mantener una protección, respeto, equilibrio y armonía con su espacio. La naturaleza y la comunidad son las partes vitales de esta relación. Allí donde la comunidad constituye su territorio, un equilibrio y armonía histórica es el sello de un territorio que el Estado deberá proteger activamente.

Esto se expresa de cinco maneras. 1) La relación de la comunidad nacional con el territorio nacional; 2) La relación de la comunidad nacional con los espacios no habitados, especialmente los grandes desiertos del norte, las altas cumbres a lo largo del país y las selvas lluviosas y los hielos del sur; 3) La relación de las comunidades rurales asentadas con raigambre sobre espacios, paisajes y recursos naturales. 4) La relación ancestral de los pueblos nativos originarios con una identidad y pertenencia espacial con carácter de herencia sagrada irrenunciable; 5) Espacios urbanos con sello barrial y comunitario y la necesidad de establecer límites a la actividad inmobiliaria teniendo como parámetro común la regla del buen vivir.

Importancia y jerarquía del concepto de territorio. A continuación, se plantea una definición Constitucional del territorio en un nivel de borrador que se espera sea un aporte al debate que se está dando, considerando que los redactores de la Constitución serán electos en abril de 2021, para formar la Convención Constituyente que tendrá un poco más de un año de plazo para concluir esta obra.

Existen dos conceptos de territorio funcionales para ordenar la nueva Constitución y que son expresiones de dos dimensiones espaciales complementarias y no contradictorias. En primer lugar, está el TERRITORIO NACIONAL, definido como la superficie geográfica que ocupa el Estado sobre el cual fija su Soberanía, definido y establecido por distintos instrumentos internacionales, especialmente en acuerdo con nuestras repúblicas vecinas de Argentina, Bolivia y Perú. Dicho territorio posee validez jurídica internacional que a su vez contiene un segundo concepto operativo de territorio, en segundo orden se encuentra el TERRITORIO LOCAL, aplicado especialmente a los espacios rurales, pero que se aplica también a los espacios urbanos barriales, el cual es definido desde un nuevo NOMOS DE LA TIERRA basado EN JUSTICIA a partir del sentido de los lugares y la convivencia social comunitaria, es decir: en tanto habitar comunitario histórico, ancestral y/o consuetudinario basado en costumbres comunes, en equilibrio, armonía y simbiosis con los sistemas ecológicos con que se relaciona. La definición espacial de este territorio está fundada en las bases sociales organizadas de la población. El Estado de Chile tiene el deber de actuar en defensa del territorio local definido por sus habitantes, facilitando su constitución y protegiendo los valores, habitus y costumbres asentadas por los habitantes y sus entornos de vecindad, reconocimiento e identidad. Del mismo modo el Estado debe facilitar y respaldar la realización de plebiscitos vinculantes cada vez que proyectos productivos puedan amenazar el equilibrio y armonía de la vida social y el entorno natural del TERRITORIO LOCAL.

Estando el TERRITORIO NACIONAL compuesto por importantes porciones de espacio geográfico de desierto, hielos y selvas de difícil acceso y poblamiento, se establece como criterio territorial zonal para esos espacios, aquellas definiciones de defensa y conservación natural mediante mayorías simples en plebiscitos vinculantes facilitados por el Estado.

El Estado tiene la capacidad de proveer de una plataforma de geosemántica social que facilite y sea el medio oficial para compilar las definiciones territoriales de las personas que deseen participar y votar apreciaciones del sentido de los lugares, una plataforma que permita “hablar a los lugares” a través de las voces de los habitantes incumbentes para el caso de los territorios locales, pero también en un aspecto macro, referido a territorios no habitados como los ya mencionados. Esta plataforma establecida de modo oficial podría ser el soporte para las votaciones programadas con el fin de establecer la vocación productiva o de conservación de los territorios. La nueva Constitución política puede establecer esta plataforma como la voz del territorio oficial, considerando distintos niveles de compromiso: desde un nivel lúdico experimental, a disposición de los ciudadanos activos en generar propuestas territoriales, llegando a un nivel en que las propuestas se votan y consolidan como hechos jurídicos. Esta plataforma debe ser propiedad del Estado, mantenida, perfeccionada y protegida por oficiales informáticos dedicados a este servicio. Se debe descartar el arriendo de esta plataforma a proveedores internacionales, puesto que no existen garantías de un manejo provo de esta información de carácter estratégico y sensible. De este modo, una plataforma geosemántica social puede ser parte de la orgánica constitucional que ordene la manera en que el territorio es definido por los ciudadanos incumbentes.

REFERENCIAS.

1.- Cerda Seguel, Diego (2005): «El mundo según google. Google Earth y la creación del dispositivo geosemántico global». AAInteligencia.cl, Chile. 

2.- Elden Stuart. “Land, terrain, territory”. Progress in Human Geography. 2010;34(6):799-817. doi:10.1177/0309132510362603. Este artículo da pie a un libro titulado The birth of Territory.

3.- Cerda Seguel, Diego (2008). “Tierra, sentido y territorio: la ecuación geosemántica”. En: E.Book, Inclusiva-net #2. Redes digitales y espacio físico, 2008 pp. 10-25. Disponible en: http://medialab-prado.es/article/documentacion_2_encuentro_inclusiva-net

4.- Castells, Manuel (2001). La galaxia internet. Barcelona – Areté.

5.- https://es.wikipedia.org/wiki/Discusi%C3%B3n:Plaza_Baquedano Véase también: 

https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/manifestaciones/en-google-la-plaza-baquedano-ahora-es-la-plaza-de-la-dignidad/2019-11-11/110854.html.

http://www.laizquierdadiario.cl/Plaza-Baquedano-ahora-es-la-Plaza-de-la-Dignidad.

6.- Cerda Seguel, Diego (2014). “Microgeopolítica para la comunidad local: geomántica social y la sublimación del archivo kml de Google Earth”. En: Revista Escaner cultural, N° 170.

7.- Cerda Seguel, Diego (2015). “Mapas digitales y sociedad: geosemántica social, el poder del sentido de lugar”. Polígonos. Revista de Geografía, N° 27. doi: 10.18002/pol.v0i27.3276

8.- Pedregal Mateos, Belen, Laconi, Cesare, et al. (2018) . “Mapa Digital Colaborativo De La Justicia Ambiental En El Agua. Planteamientos Conceptuales Y Debates En Las Primeras Etapas De Su Desarrollo Operativo.” Conference: X Congresso Ibérico de Gestão e Planeamento da Água. Coimbra, Portugal. 

9.- Pedregal Mateos, Belen; Laconi, Cesare; del Moral, Leandro (2018). “La cartografía colaborativa para un cambio social. Análisis de experiencias.” En: López García, |V|.J., Carmona, P., Salom, J. y Albertos, J.M. (Eds.). Tecnologías de la información Geográfica: perspectivas multidisciplinares en la sociedad del conocimiento, Universitat de València, pp. 821-830. España, 2018.

10.- Ardini, Claudia y Nahúm Mirad, Heraldo (2020). “El uso del big data en política o la política del big data”. En: Revista Comunicación y Hombre. Número 16. Argentina Año 2020.

11.- Cerda Seguel, Diego (2020). “LIDAR, El ojo Ctónico”. En: Perro Art Fanzine N° 4. https://issuu.com/perroarte/docs/perro_4

12.- https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_org%C3%A1nica_constitucional

4 comentarios en “Para un concepto de TERRITORIO con estatus Constitucional

  1. Manuel dijo:

    Me gusta la perspectiva. Quizás con esta mirada, las autoridades puedan definitivamente VER al territorio, con sus habitantes, con sus organizaciones, con sus instituciones y con sus historias. Felicitaciones!

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